Leyendo mi Pocket Guide, después de
tomar una siesta en el bus, eran aproximadamente las dos de la tarde cuando
el chofer avisó que íbamos entrando a la ciudad. En la guía había un pequeño
resumen de la ciudad, explicaban que la capital la conformaban dos ciudades separadas
por un gran río. La primera, localizada en el lado más bajo de una de las orillas
del río, se levanta sobre una gran llanura, donde la ciudad se desarrolló muy
ordenadamente, tiene una retícula urbana muy bien trazada, con avenidas muy anchas y elegantes, etc. Contrastando
totalmente con la ciudad que está al otro lado del río, con una topografía muy
irregular, con calles adaptadas a las grandes pendientes y algo angostas, pero
con unas visuales estupendas, rodeada de montañas frondosas. ¿Sí o no que esta descripción
podría ser también de Tegucigalpa y Comayagüela? Pero no, no hablaba de mi
vulnerable y amada ciudad. Hablaba de Budapest, mi otra amada y soñada ciudad, que
desde que estaba en el colegio moría por conocerla. La capital húngara (qué
bonita palabra) dividida en dos por el Danubio, que dicen es azul, pero nunca lo
ví de ese color, ni andando bolo que casi me caigo del barco en el que anduve de paseo, pero sin ser azul es
impresionante. La parte irregular es Buda,
y la plana Pest.
Budapest, junto con Praga y
París, fueron las primeras ciudades que decidimos teníamos que visitar. En orden, fue la penúltima ciudad que visité. Mucha gente
nos preguntó ¿por qué Budapest y no Milán? La respuesta más obvia era ¿Por qué Milán y no
Budapest? Aunque siendo honestos, tenían razón, no hay
nada que se parezca a Duomo de Milano, es cierto, pero tampoco nada se parece a
Budapest. Yo me entiendo.
Hungría es un país de más de mil
años, en 1896 celebró su primer milenio a lo grande y su rey, en ese entonces
Francisco José Habsurbgo y su esposa Sissi, que amaba a Budapest más que yo, le
hicieron a Hungría su merecido homenaje. La historia húngara es fascinante y su
cultura muy rica. Su capital, una ciudad relativamente pequeña, Budapest, es una ciudad imperial, del Imperio
Austro-Húngaro, que en cualquier rincón nos recuerda su nobleza. Como todas las ciudades europeas ha tenido su
época de esplendor y prosperidad, pero
también de tragedias, invasiones, ataques, etc. Se ha sabido adaptar a cada
nuevo sistema o régimen. Y del último que salieron, les ha costado un poco esa transición,
de pasar de ser la Republica Popular de Hungría a Republica de Hungría. En Budapest
aun se siente ese pasado, no tan lejano, socialista. Por toda la ciudad se
siente su historia, en sus calles, su gente, en sus edificios, en su trama
urbana, en su Danubio.
Edificio del Ministerio de Defensa, en la época de la Segunda Guerra Mundial. Los daños que muestra su fachada, fueron hechos por balas alemanas y los húngaros han querido mantener así este edificio. Incluso para mí, que desde que leí "Los Hornos de Hitler" de Olga Lengyel, húngara por cierto, vivo traumado por el dolor de los húngaros durante la guerra y la incapacidad de sus gobernantes para afrontar a los nazis, me provocó un extraño dolor cuando me comentaron sobre este edificio, no sé cómo debe ser para un húngaro verlo a diario.
Una de las plazas de Budapest, todas muy tranquilas pero rebosantes de vida.
Después de ver Praga, otra ciudad
imperial, pensé que nada me iba a gustar más que la ciudad dorada, pero me
equivoqué. Faltaba ver Budapest. De nuevo, la ciudad nos recibió al atardecer, después
de instalarnos en el hotel que estaba en la parte de Buda, decidimos con mi mamá irnos a pie al centro
de la ciudad, que estaba supuestamente a escasos 15 minutos. Nos tardamos el
doble en llegar.
El Bastión de los Pescadores y La Iglesia de San Matías
Con la ayuda del GPS, nuestro
primer destino era el río, todo iba muy bien hasta que
llegamos a un túnel, el Túnel de la colina de Buda. Este túnel parecía sólo para
tráfico vehicular, las aceras eran
extremadamente angostas y ni siquiera veíamos ciclistas pasar por ahí y mi mamá
no quiso a cruzar el túnel, en el fondo yo tampoco quería, aunque el GPS estaba
necio que por ahí nos teníamos que ir. Por fin encontramos unas gradas, que según
nosotros era el camino peatonal para llegar al otro lado del túnel, y era
cierto, solamente que el recorrido era largo, muy largo y para rematar había que
subir como 500 gradas y después bajar toda la colina.
Nótese la vueltona que dimos por culpa del GPS.
Las gradas para subir la colina, ibamos a la mitad así que decidimos hacer escala en esa cafetería.
La verdad agradezco un poco
habernos perdido por todo lo que pudimos ver en el camino. Nos dimos cuenta que
andábamos por la colina del castillo. En realidad no era un castillo sino un
palacio, mandado a construir en el siglo XVIII por la reina de Hungría, María Teresa Habsburgo
para meter a toda su gran familia (marido más dieciséis hijos), lo irónico es que la reina
sólo pasó una noche en el palacio, no me explico por qué si en realidad era
impresionante. Pues aparte de ir admirando el palacio, el paisaje en realidad
te quitaba el aliento, insisto, que bueno, porque se nos olvidó que andábamos
perdidos.
Uno de los laterales del Castillo, en la Colina de Buda.
Una de las entradas al castillo.
Al rato vimos el Danubio, ya se acercaba el atardecer, fue la primera
vez que vi en directo el Danubio, yo quise salir corriendo cuesta abajo como lo
hacía en mis años mozos pero no podía dejar sola a mi mamá y no andaba el
calzado adecuado. Llegamos justo a tiempo para decirle hola y buenas noches a
la ciudad, desde el mejor lugar posible, la avenida que va al borde del río del lado de
Buda, no me pregunten nombres en húngaro porque eran imposibles de memorizar,
excepto la Avenida Vachi. Teníamos dos
opciones, ir hacia la derecha al Puente Blanco de Sissi o ir hacia la izquierda
al Puente de las Cadenas, el más antiguo y angosto de la ciudad. Obviamente el
Puente de las Cadenas ganó. Podría decir que es el equivalente al Puente de
Alejandro III en París o al Puente de Carlos IV en Praga. Pues por todo ese
trayecto fuimos admirando la parte de Pest, y el protagonista del paisaje
urbano, el Parlamento húngaro, no quería ver otra cosa que no fuera ese
edificio neogótico. Cayó la noche y nos regresamos al hotel a esperar que fuera
mañana para tener el free tour.
Mi primera impresión del Danubio y de Pest.
El Castillo de Budapest.
El túnel de la Colina del castillo.
Llegó el siguiente día y nos
encontramos con Judith, la guía del free tour, la única de todas las guías que
se atrevió a decir que su ciudad era la más linda de todas. La primera parada
fue de nuevo en la colina del castillo, en Buda, pero esta vez en la plaza
junto a la Iglesia de San Matías o de las Coronaciones, y el Bastión de los Pescadores. Repito,
contemplar el paisaje de Budapest, específicamente la parte de Pest desde Buda,
es algo que te quita el aliento y la arquitectura del lugar (el Bastión de los
Pescadores), obra del arquitecto Frigyes Schulek, era igual
de impresionante. Pues resulta que este lugar era una plaza, con un conjunto de
plazoletas, escaleras y senderitos que venían desde la parte baja de la colina
hasta la iglesia de San Matías, de estilo neogótico donde destacan siete
torres, que representan las siente tribus magiares, o sea las siete tribus
húngaras (húngaro en húngaro se dice “Magyar”) que se establecieron en Carpatia
en el año 896 (año en que nace la nación húngara).
La vista de Pest desde el Bastión de los Pescadores.
Para mi desgracia estaban
remodelando el interior de la iglesia y no pudimos entrar. Cuando vuelva
prometo hacerlo, pero el exterior es digno de ser contado, es de estilo ecléctico
y lo que más destaca es su cubierta, hecha de piezas de cerámicas de colores,
fabricadas en el sur de Hungría, resistentes a temperaturas extremas, según
Judith entre -25°-40° centígrados, a lado de la iglesia está un monumento de la
Santísima Trinidad.
El Monumento a la Santísima Trinidad.
San Esteban.
Volvimos a bajar las colinas de
Buda, pero esta vez en carro para ir a la Plaza de los Héroes, al final
de la Avenida Andrassy, en el centro de la plaza está el Monumento Milenario,
mandado a construir por encargo del Rey de Hungría y emperador de Austria.
Francisco José, recuerden que era una monarquía dual. Cómo les mencioné, en
1896 Hungría cumplió mil años. Algo que
destaco en los húngaros es su patriotismo y su identidad nacional, nadie como
ellos. Volviendo al monumento, en la
cima del pilar del centro se encuentra
el Arcángel Gabriel, y abajo los siete líderes de las tribus magiares. En las columnas que abrazan la plaza, están catorce
personajes históricos de Hungría. Desde el Rey San Esteban I de Hungría (cristianizador
de los húngaros), el primer rey si no me equivoco, hasta Luis Kossuth (también llamado
el padre de la nación húngara).
La Plaza de los Heroes
¿Les había comentado que era 21
de septiembre? Para mis amigos argentinos era el Día de la Primavera, para los
húngaros, el inicio del otoño, para mí, el cumpleaños de mi mamá. Estando aun
en Tegucigalpa, me dí la tarea de buscar los restaurantes y cafeterías más emblemáticos
de Budapest, para invitarla a almorzar allí. Y encontré uno que me pareció
fabuloso, nada menos, que Gerbeaud, la pastelería preferida e la emperatriz
Sissi. Saber de su existencia era una cosa, saber dónde quedaba otra, y saber
explicarle cómo llegar al iPhone otra, aun más complicada, pero después de varias vueltas
la encontramos y almorzamos riquísimo (me dí cuenta porque le gustaba tanto a
Sissi), pero carísimo, pero era el cumpleaños de mi mamá y había que celebrar con
pastel y todo.
El siguiente lugar de la lista era el Mercado Central de Budapest, creo que este lugar fue una de las razones por las que me quise quedar viviendo en Budapest, estilo Art Nouveau, es diseño del arquitecto húngaro Samu Pecz, se refirió a su obra como “hermoso edificio que debe ser a la vez armonioso y útil” y ejecutado por el ingeniero Gustav Eiffel. En el primer piso del edificio, había principalmente productos alimenticios, en el segundo miles y miles de artesanías La cubierta de este edificio es similar a la de la Iglesia de San Matías, está hecha de cerámica de colores. Qué buena experiencia fue haber ido a este lugar. Tanto orden, tanta asepsia eran cosas que de donde soy, es imposible ver en un mercado.
Los dos lugares que nos quedaban pendiente por visitar, eran el Parlamento y la Sinagoga Judía, que por cierto es la segunda
más grande del mundo después de la Sinagoga de Jerusalén. Por la hora tuvimos que escoger entre esos dos y ganó la Sinagoga. Queríamos visitar el museo que se encuentra ahí, dedicado a todos los judios de Budapest, recordemos que la comunidad judía en Budapest, era una de las más
grandes de Europa. Para nuestra desgracia, llegamos a las 3:38, y el museo
cerraba a las 3:30. Casi nos ponemos a llorar con mi mamá en la acera porque
los dos en verdad queríamos conocerla. Lo bueno, tengo otra razón para volver a
Budapest, y esta vez sabiendo el horario de la Sinagoga.
Ya entrada la tarde, decidimos
regresarnos al hotel, de nuevo caminando, pero esta vez cruzar el Danubio por
el Puente Blanco de Sissi, la verdad es que el puente no es la gran cosa, pero
si una excelente obra de ingeniería, en su tiempo, fue el puente colgante más
largo de toda Europa y lo fue por varias décadas.
El metro de Budapest, que dicen
es el más antiguo de Europa después del Metro de Londres, no fue digno de
nuestra confianza, las estaciones, principalmente la que quedaba cerca del
hotel, parecía que fue bombardeada en la Segunda Guerra Mundial y así la
dejaron, ni la barrieron.
Ya de vuelta en el hotel
descansamos y nos cambiamos para continuar con la celebración del cumpleaños de
mi madre.
Monumento a la Liberación, fue hecho en 1947 en memoria de todos los soviéticos que combatieron contra los nazis para "liberar" Budapest de la ocupación alemana.
Continuará...
P.D. De Budapest llevaba una expectativa alta, muy alta y la sobrepasó por mucho, creí en Budapest, creo en
Budapest, y seguiré creyendo en Budapest. De los lugares en los que ya estuve en esta ciudad, no taché ninguno porque a todos tengo que volver de nuevo, a todos, más los lugares que todavía siguen pendientes. Es más, en esta ciudad quisiera pasar algún evento importante de mi vida. No pudo ser mi nacimiento, ni bautizo, ni graduación de secundaria ni de la universidad. Pero podría ser mi graduación del posgrado, mi boda, divorcio no (imposible divorciarse en una ciudad tan amorosa), mi muerte, mi velorio, mi cremación y que echen mis cenizas en el Danubio, tal vez así se pone de color azul.
Leyendo y mirando las fotografías, me pregunto una y otra vez, como pudiste regresar? A mi que soy bien fanático y pasional se me hubiese hecho imposible, y de haber regresado me hubiese dado una larga temporada de depresión ... De nuevo muy ameno de leer... Y espero muchas personas te tomen como un guía, cuando visitemos algún día estas ciudades ... A mi me cautivo por lo que dices en los post , más Budapest que Amsterdam ...
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