martes, 30 de octubre de 2012

BUDA Y PEST




Leyendo mi Pocket Guide, después de tomar una siesta en el bus, eran aproximadamente las dos de la tarde cuando el chofer avisó que íbamos entrando a la ciudad. En la guía había un pequeño resumen de la ciudad, explicaban que la capital la conformaban dos ciudades separadas por un gran río. La primera, localizada en el lado más bajo de una de las orillas del río, se levanta sobre una gran llanura, donde la ciudad se desarrolló muy ordenadamente, tiene una retícula urbana muy bien trazada, con avenidas muy anchas y elegantes, etc. Contrastando totalmente con la ciudad que está al otro lado del río, con una topografía muy irregular, con calles adaptadas a las grandes pendientes y algo angostas, pero con unas visuales estupendas, rodeada de montañas frondosas. ¿Sí o no que esta descripción podría ser también de Tegucigalpa y Comayagüela? Pero no, no hablaba de mi vulnerable y amada ciudad. Hablaba de Budapest, mi otra amada y soñada ciudad, que desde que estaba en el colegio moría por conocerla. La capital húngara (qué bonita palabra) dividida en dos por el Danubio, que dicen es azul, pero nunca lo ví de ese color, ni andando bolo que casi me caigo del barco en el que anduve de paseo, pero sin ser azul  es impresionante.  La parte irregular es Buda, y la plana Pest.



Budapest, junto con Praga y París, fueron las primeras ciudades que decidimos teníamos que visitar. En orden, fue la penúltima ciudad que visité. Mucha gente nos preguntó ¿por qué Budapest y no Milán?  La respuesta más obvia era ¿Por qué Milán y no Budapest? Aunque siendo honestos, tenían razón,  no hay nada que se parezca a Duomo de Milano, es cierto, pero tampoco nada se parece a Budapest.  Yo me entiendo.

Hungría es un país de más de mil años, en 1896 celebró su primer milenio a lo grande y su rey, en ese entonces Francisco José Habsurbgo y su esposa Sissi, que amaba a Budapest más que yo, le hicieron a Hungría su merecido homenaje. La historia húngara es fascinante y su cultura muy rica. Su capital, una ciudad relativamente pequeña,  Budapest, es una ciudad imperial, del Imperio Austro-Húngaro, que en cualquier rincón nos recuerda su nobleza.  Como todas las ciudades europeas ha tenido su época de esplendor y prosperidad,  pero también de tragedias, invasiones, ataques, etc. Se ha sabido adaptar a cada nuevo sistema o régimen. Y del último que salieron, les ha costado un poco esa transición, de pasar de ser la Republica Popular de Hungría a Republica de Hungría. En Budapest aun se siente ese pasado, no tan lejano, socialista. Por toda la ciudad se siente su historia, en sus calles, su gente, en sus edificios, en su trama urbana, en su Danubio.





Edificio del Ministerio de Defensa, en la época de la Segunda Guerra Mundial. Los daños que muestra su fachada, fueron hechos por balas alemanas y los húngaros han querido mantener así este edificio. Incluso para mí, que desde que leí "Los Hornos de Hitler" de Olga Lengyel, húngara por cierto, vivo traumado por el dolor de los húngaros durante la guerra y la incapacidad de sus gobernantes para afrontar a los nazis, me provocó un extraño dolor cuando me comentaron sobre este edificio, no sé cómo debe ser para un húngaro verlo a diario.




Una de las plazas de Budapest, todas muy tranquilas pero rebosantes de vida.

Después de ver Praga, otra ciudad imperial, pensé que nada me iba a gustar más que la ciudad dorada, pero me equivoqué. Faltaba ver Budapest. De nuevo, la ciudad nos recibió al atardecer, después de instalarnos en el hotel que estaba en la parte de Buda,  decidimos con mi mamá irnos a pie al centro de la ciudad, que estaba supuestamente a escasos 15 minutos. Nos tardamos el doble en llegar.


El Bastión de los Pescadores y La Iglesia de San Matías

Con la ayuda del GPS, nuestro primer destino era el río, todo iba muy bien hasta que llegamos a un túnel, el Túnel de la colina de Buda. Este túnel parecía sólo para tráfico vehicular,  las aceras eran extremadamente angostas y ni siquiera veíamos ciclistas pasar por ahí y mi mamá no quiso a cruzar el túnel, en el fondo yo tampoco quería, aunque el GPS estaba necio que por ahí nos teníamos que ir. Por fin encontramos unas gradas, que según nosotros era el camino peatonal para llegar al otro lado del túnel, y era cierto, solamente que el recorrido era largo, muy largo y para rematar había que subir como 500 gradas y después bajar toda la colina.



Nótese la vueltona que dimos por culpa del GPS.



Las gradas para subir la colina, ibamos a la mitad así que decidimos hacer escala en esa cafetería.


 La verdad agradezco un poco habernos perdido por todo lo que pudimos ver en el camino. Nos dimos cuenta que andábamos por la colina del castillo. En realidad no era un castillo sino un palacio, mandado a construir en el siglo XVIII por la reina de Hungría, María Teresa Habsburgo para meter a toda su gran familia (marido más  dieciséis hijos), lo irónico es que la reina sólo pasó una noche en el palacio, no me explico por qué si en realidad era impresionante. Pues aparte de ir admirando el palacio, el paisaje en realidad te quitaba el aliento, insisto, que bueno, porque se nos olvidó que andábamos perdidos. 



Uno de los laterales del Castillo, en la Colina de Buda.



Una de las entradas al castillo. 

Al rato vimos el Danubio, ya se acercaba el atardecer, fue la primera vez que vi en directo el Danubio, yo quise salir corriendo cuesta abajo como lo hacía en mis años mozos pero no podía dejar sola a mi mamá y no andaba el calzado adecuado. Llegamos justo a tiempo para decirle hola y buenas noches a la ciudad, desde el mejor lugar posible,  la avenida que va al borde del río del lado de Buda, no me pregunten nombres en húngaro porque eran imposibles de memorizar, excepto la Avenida Vachi.  Teníamos dos opciones, ir hacia la derecha al Puente Blanco de Sissi o ir hacia la izquierda al Puente de las Cadenas, el más antiguo y angosto de la ciudad. Obviamente el Puente de las Cadenas ganó. Podría decir que es el equivalente al Puente de Alejandro III en París o al Puente de Carlos IV en Praga. Pues por todo ese trayecto fuimos admirando la parte de Pest, y el protagonista del paisaje urbano, el Parlamento húngaro, no quería ver otra cosa que no fuera ese edificio neogótico. Cayó la noche y nos regresamos al hotel a esperar que fuera mañana para tener el free tour.


Mi primera impresión del Danubio y de Pest.



El Castillo de Budapest. 



El túnel de la Colina del castillo.




Llegó el siguiente día y nos encontramos con Judith, la guía del free tour, la única de todas las guías que se atrevió a decir que su ciudad era la más linda de todas. La primera parada fue de nuevo en la colina del castillo, en Buda, pero esta vez en la plaza junto a la Iglesia de San Matías o de las Coronaciones,  y el Bastión de los Pescadores. Repito, contemplar el paisaje de Budapest, específicamente la parte de Pest desde Buda, es algo que te quita el aliento y la arquitectura del lugar (el Bastión de los Pescadores), obra del arquitecto  Frigyes Schulek, era igual de impresionante. Pues resulta que este lugar era una plaza, con un conjunto de plazoletas, escaleras y senderitos que venían desde la parte baja de la colina hasta la iglesia de San Matías, de estilo neogótico donde destacan siete torres, que representan las siente tribus magiares, o sea las siete tribus húngaras (húngaro en húngaro se dice “Magyar”) que se establecieron en Carpatia en el año 896 (año en que nace la nación húngara).


 La vista de Pest desde el Bastión de los Pescadores.















Para mi desgracia estaban remodelando el interior de la iglesia y no pudimos entrar. Cuando vuelva prometo hacerlo, pero el exterior es digno de ser contado, es de estilo ecléctico y lo que más destaca es su cubierta, hecha de piezas de cerámicas de colores, fabricadas en el sur de Hungría, resistentes a temperaturas extremas, según Judith entre -25°-40° centígrados, a lado de la iglesia está un monumento de la Santísima Trinidad.










 El Monumento a la Santísima Trinidad.



San Esteban.

Volvimos a bajar las colinas de Buda, pero esta vez en carro para ir a la Plaza de los Héroes, al final de la Avenida Andrassy, en el centro de la plaza está el Monumento Milenario, mandado a construir por encargo del Rey de Hungría y emperador de Austria. Francisco José, recuerden que era una monarquía dual. Cómo les mencioné, en 1896 Hungría cumplió mil años. Algo  que destaco en los húngaros es su patriotismo y su identidad nacional, nadie como ellos.  Volviendo al monumento, en la cima del pilar  del centro se encuentra el Arcángel Gabriel, y abajo los siete líderes de las tribus magiares.  En las columnas que abrazan la plaza, están catorce personajes históricos de Hungría. Desde el Rey San Esteban I de Hungría (cristianizador de los húngaros), el primer rey si no me equivoco, hasta Luis Kossuth (también llamado el padre de la nación húngara).




La Plaza de los Heroes












¿Les había comentado que era 21 de septiembre? Para mis amigos argentinos era el Día de la Primavera, para los húngaros, el inicio del otoño, para mí, el cumpleaños de mi mamá. Estando aun en Tegucigalpa, me dí la tarea de buscar los restaurantes y cafeterías más emblemáticos de Budapest, para invitarla a almorzar allí. Y encontré uno que me pareció fabuloso, nada menos, que Gerbeaud, la pastelería preferida e la emperatriz Sissi. Saber de su existencia era una cosa, saber dónde quedaba otra, y saber explicarle cómo llegar al iPhone otra, aun más complicada, pero después de varias vueltas la encontramos y almorzamos riquísimo (me dí cuenta porque le gustaba tanto a Sissi), pero carísimo, pero era el cumpleaños de mi mamá y había que celebrar con pastel y todo.







El siguiente lugar de la lista era el Mercado Central de Budapest, creo que este lugar fue una de las razones por las que me quise quedar viviendo en Budapest, estilo Art Nouveau, es diseño del arquitecto húngaro Samu Pecz, se refirió a su obra como “hermoso edificio que debe ser a la vez armonioso y útil” y ejecutado por el ingeniero Gustav Eiffel. En el primer piso del edificio, había principalmente productos alimenticios, en el segundo  miles y miles de artesanías  La cubierta de este edificio es similar a la de la Iglesia de San Matías, está hecha de cerámica de colores. Qué buena experiencia fue haber ido a este lugar. Tanto orden, tanta asepsia  eran cosas que de donde soy, es imposible ver en un mercado. 









Los dos lugares que nos quedaban pendiente por visitar,  eran el Parlamento y la Sinagoga Judía, que por cierto es la segunda más grande del mundo después de la Sinagoga de Jerusalén. Por la hora tuvimos que escoger entre esos dos y ganó la Sinagoga. Queríamos visitar el  museo que se encuentra ahí, dedicado a todos los judios de Budapest, recordemos que la comunidad judía en Budapest, era una de las más grandes de Europa. Para nuestra desgracia, llegamos a las 3:38, y el museo cerraba a las 3:30. Casi nos ponemos a llorar con mi mamá en la acera porque los dos en verdad queríamos conocerla. Lo bueno, tengo otra razón para volver a Budapest, y esta vez sabiendo el horario de la Sinagoga.










Ya entrada la tarde, decidimos regresarnos al hotel, de nuevo caminando, pero esta vez cruzar el Danubio por el Puente Blanco de Sissi, la verdad es que el puente no es la gran cosa, pero si una excelente obra de ingeniería, en su tiempo, fue el puente colgante más largo de toda Europa y lo fue por varias décadas.










El metro de Budapest, que dicen es el más antiguo de Europa después del Metro de Londres, no fue digno de nuestra confianza, las estaciones, principalmente la que quedaba cerca del hotel, parecía que fue bombardeada en la Segunda Guerra Mundial y así la dejaron, ni la barrieron.

Ya de vuelta en el hotel descansamos y nos cambiamos para continuar con la celebración del cumpleaños de mi madre.











































Monumento a la Liberación, fue hecho en 1947 en memoria de todos los soviéticos que combatieron contra los nazis para "liberar" Budapest de la ocupación alemana.


Continuará... 


P.D. De Budapest llevaba una expectativa alta, muy alta y la sobrepasó por mucho, creí en Budapest, creo en Budapest, y seguiré creyendo en Budapest. De los lugares en los que ya estuve en esta ciudad, no taché ninguno porque a todos tengo que volver de nuevo, a todos, más los lugares que todavía siguen pendientes.  Es más, en esta ciudad quisiera pasar algún evento importante de mi vida. No pudo ser mi nacimiento, ni bautizo, ni graduación de secundaria ni de la universidad. Pero podría ser mi graduación del posgrado, mi boda, divorcio no (imposible divorciarse en una ciudad tan amorosa), mi muerte, mi velorio, mi cremación y que echen mis cenizas en el Danubio, tal vez así se pone de color azul. 

  

1 comentario:

  1. Leyendo y mirando las fotografías, me pregunto una y otra vez, como pudiste regresar? A mi que soy bien fanático y pasional se me hubiese hecho imposible, y de haber regresado me hubiese dado una larga temporada de depresión ... De nuevo muy ameno de leer... Y espero muchas personas te tomen como un guía, cuando visitemos algún día estas ciudades ... A mi me cautivo por lo que dices en los post , más Budapest que Amsterdam ...

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